Valeria Conte Mac Donell: «Quiero que un dibujo me soporte»

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El Premio Fundación Santander a las Artes Visuales otorgado a la artista Valeria Conte Mac Donell (1977) por su instalación “Hilo Frío” y a la curadora Jimena Ferreiro, se inauguró hace unos días en la inmensa sede del banco ubicado sobre la Avenida Paseo Colón.

Desde que Conte Mac Donell se radicó en la Patagonia y comenzó a intervenir el paisaje, el ambiente artístico descubrió y valoró sus poéticas y mágicas instalaciones y performances. Primero fueron los hilos de hielo puro. En el invierno de 2011 ella misma describía con claridad el procedimiento de ejecución y los materiales de estas obras denominadas “Conquista de lo inútil”, título que remite a la gratuidad del arte, a ese plus que nos regala con su sola presencia. “Tejo con hielo las paredes de mi casa. Las riego por las noches. Cuando sale el sol, las veo derretirse y desaparecer”. (5.000 metros de tanza tejida en vertical sobre hierros de construcción. Regada y congelada. Villa Quilquihue, Neuquén).

En una exposición de 2016, la artista presentó sus bordados sobre papel. Hoy está empeñada en bordar su propio paisaje en el cielo. A partir de la trayectoria de un hilo de cualquier naturaleza, mayormente alambres, el dibujo define su trabajo.

Durante el vernissage de “Hilo Frío”, en la gran pantalla del escenario del Santander aparecieron las imágenes de Conte Mac Donell flotando en medio del cielo sobre unas líneas abstractas de alambre que sostienen el peso de su cuerpo. En esos escenarios de dimensiones inconmensurables y una portentosa belleza, se divisan en el horizonte las montañas con las cumbres nevadas. “Quiero que un dibujo me soporte”, reclama la artista. Y agrega: “Soy dibujo”. La compenetración con la obra es absoluta. Este dibujo-acción-performático se llama “Que el cielo sea el fondo” y a la soledad de las primeras obras se contrapone un equipo de asistentes integrado por seis personas, entre ellas, en ocasiones, Leonor Bedel, su madre, a cargo de la iluminación.

Entretanto, recortados sobre un cielo estrellado, los dibujos de la “Nadadora” y un caballo llamado “Palomo”, están acompañados por poemas que delatan la intersubjetividad extrema de la artista con los personajes de sus obras. “Palomo/ Dormías, era tarde en la noche. /Te despertó el golpe en la ventana. /Con la campera a medias puesta, abriste la puerta y lo encontraste echado, como un camello, esperando. /-¡Sabés que me da miedo! Yo voy caminando… /Como estatua, se quedó ahí.»

Y prosigue: «Sus ojos tiernos te convencieron. Sosteniéndote de sus crines blancas, lo trepaste. /Lentamente se paró. Tus muslos debían abrazar su lomo para no caerte y tenías que escuchar el andar de sus pasos y el ritmo de su corazón con tu cuerpo y no caerte. Sólo pensabas en eso, en no caerte. Temblabas, de frío y de miedo. /Del paso al trote y del trote al galope. /Con los ojos cerrados, intentaste abrochar tu campera pero preferiste no soltar las crines, ni aflojar la fuerza de tus piernas. /Palomo brillaba blanco, iluminado por la Luna. Habías abierto los ojos y empezabas a sentirte segura. ¿Estabas flotando? /Una nube pasó cerca y llovía, pero no te mojaba. El chimango y su amiga te acompañaron volando cerca. /Palomo galopaba liviano, nadando en el aire. /También me contaste cuando pasaron el arco iris y que tenías que «llevarle pasto ahora mismo a Palomo», porque debía tener hambre, después del viaje de la noche”.

La obra, lejana como un espejismo, fue realizada en 2012 con 80 kg de alambrón suspendido a 9 metros de altura. La condición sublime de la naturaleza y la obra, despierta la sensibilidad. Entretanto, las experiencias extremas de estas epopeyas continuas, hablan de una historia que aún no ha terminado y que induce al espectador a seguir el destino de la artista.

Si bien mantiene la calma de su labor docente, las imágenes de sus acciones poseen un dramatismo teatral. Entre ellas figura un relato simple al parecer: “Cómo abandonar un barco”. En el Intento I, cuenta: “En noviembre del 2017 me regalaron un barco, un velero que nunca tocó el agua, lo partí en cuatro pedazos y lo llevé al jardín de mi casa. Desde ese día busco cómo abandonarlo”. Los intentos fueron varios y el barco, reconstruido con alambres y sogas es el tema de veintidós cuadernas dedicados a los barcos ilusorios que navegaron el cielo. Las visiones de Mac Donell brindan prueba de una imaginación inagotable.

Una de sus últimas obras se exhibe en la terraza del Santander, es una de las figuras de la performance “Si fuera así”, presentada en el mar uruguayo en 2023.

En la Fundación Santander son defensores de la sustentabilidad, la inclusión social y financiera; promueven la creatividad e invitan a ver la cordillera en Buenos Aires. La artista y la curadora bajaron del cielo para representar con tierra las montañas de los Andes. “¿Cómo transportar el paisaje de la cordillera a contextos lejanos?”, se cuestiona Jimena Ferreiro. La respuesta está allí mismo, en el interior de ese inmenso espacio vidriado. “Las montañas a escala reducida que ocupan gran parte de la superficie de la sala están hechas de barro: el mismo con el que Valeria construyó en familia su casa conectando el presente con los saberes ancestrales. La materia tiene memoria y nuestro cuerpo también. La ficción es una fuerza transformadora capaz de exorcizar el tiempo y producir nuevas realidades”, concluye la curadora.

El presidente de la Fundación, Guillermo Tempesta Leeds, confirmó: “Este premio, busca reforzar el compromiso sostenido desde hace más de cinco años, con la escena del arte contemporáneo en Argentina”. Como integrante del jurado junto a Carlos Huffmann, Nicola Costantino, Lucrecia Palacios Hidalgo y Elena Tavelli, directora ejecutiva de la Fundación, señala que el proyecto fue elegido por unanimidad y le otorgaron la suma de 40.000 dólares para su realización.

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