El 19 de diciembre de 1980, en el exilio mexicano, fallecía el expresidente Héctor José Cámpora. A 45 años de su partida, su nombre no solo evoca una presidencia fugaz de 49 días, sino que representa el puente humano y político entre el ocaso de la «Revolución Libertadora» y el convulso regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina.
El odontólogo de San Andrés de Giles
El político argentino no surgió de las bases sindicales ni de la militancia universitaria. Su ascenso fue el resultado de una lealtad incondicional. Como Delegado Personal de Perón durante su exilio en Madrid, Cámpora logró lo que otros operadores políticos no pudieron: interpretar los deseos del «General» sin anteponer una agenda propia.
Esta característica le valió el apodo afectuoso de «El Tío» por parte de la juventud militante de los años 70.
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
El desesperado plan de Máximo Kirchner para retener parte de su poder
Los 49 Días que estremecieron al poder
Su llegada a la Casa Rosada el 25 de mayo de 1973 puso fin a 18 años de proscripción del peronismo. Sin embargo, su gestión estuvo marcada por una tensión constante entre dos fuegos:
La Juventud Peronista y Montoneros: Que exigían una profundización de la «Revolución Nacional».
La Derecha Sindical y el Entorno de Puerta de Hierro: Que buscaban una normalización institucional bajo el mando directo de Perón.
El hito más recordado de su breve mandato fue la amnistía a los presos políticos y la posterior Masacre de Ezeiza el 20 de junio de 1973, evento que evidenció que la reconciliación interna del movimiento era una utopía sangrienta.
De la residencia a cuernavaca
Luego de su renuncia forzada para permitir la candidatura de Perón, Cámpora pasó a un segundo plano, pero la llegada de la dictadura en 1976 lo convirtió nuevamente en un blanco. Su asilo en la Embajada de México en Buenos Aires duró más de tres años, en condiciones de salud precarias. Solo la presión internacional y un cáncer avanzado permitieron que la Junta Militar le otorgara el salvoconducto para morir en libertad en Cuernavaca.
